En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es importante destacar que estas continuas agresiones impactan en el desarrollo del cerebro de los niños, pueden producir desde ansiedad, depresión y hasta estrés postraumático. Por qué dejan secuelas que marcarán a fuego su futuro
La violencia tiene graves consecuencias para la salud física y mental y detona el bienestar de las niñas y los niños, y sus comunidades (Imagen Ilustrativa Infobae)
Los trastornos y problemas psicológicos y sociales que presentan los niños y niñas a causa de la violencia de género no están siendo atendidos como corresponde en casi ningún país del mundo. La invisibilización de la violencia de género contra la infancia los revictimiza. Los hijos e hijas que padecen la violencia de género viven de forma continuada y prolongada situaciones de abuso de poder, humillaciones, y agresiones de todo tipo; experiencias que les marcarán en su desarrollo, personalidad, comportamiento y valores en la edad adulta.
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El impacto de la violencia en el desarrollo del cerebro infantil es especialmente preocupante, sobre todo cuando la exposición a la violencia es prolongada. Entre las consecuencias de la violencia se cuentan la depresión, los trastornos por estrés postraumático, los trastornos límite de la personalidad, la ansiedad, el abuso de sustancias, los trastornos del sueño y la alimentación, el suicidio y sus intentos.
El impacto de la violencia en la salud mental no es el mismo durante toda la vida, en los comienzos de la vida lastima profundamente el aparato psíquico y esas huellas perduran hasta la edad adulta. Esta matriz sostenida en el miedo se puede transmitir de una generación a la otra.
La exposición prolongada a la violencia de género en la infancia puede desencadenar trastornos del sueño y la alimentación, depresión y conductas de riesgo (Getty)
Las consecuencias para la salud mental de los niños y las niñas pueden variar según la forma de violencia experimentada y el entorno en el que se produzca. Los estudios realizados han destacado no solo la naturaleza interconectada de los diferentes tipos de victimización y polivictimización, sino también la forma en que su impacto acumulativo puede perjudicar gravemente el desarrollo infantil.
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Las niñas y niños como víctimas de crímenes atribuibles al género son invisibles a los ojos de la salud pública. Según el Observatorio de Femicidios Adriana Zambrano de la asociación civil La Casa del Encuentro, entre 2012 y 2022 se cometieron 120 infanticidios y feminicidios de niñas. Las víctimas tenían entre meses y 12 años edad y fueron asesinadas mayoritariamente por sus propios padres o padrastros y varones de sus familias a golpes o mediante el uso de un arma de fuego y/o elementos corto punzantes.
Secuelas en la psiquis infantil
La violencia tiene graves consecuencias para la salud física y mental y detona el bienestar de las niñas y los niños, y sus comunidades. La violencia también se ha relacionado con una serie de problemas de salud mental, física, sexual y reproductiva, incluido el deterioro del desarrollo social, emocional y cognitivo, lesiones y problemas de salud a lo largo de sus vidas, así como la adopción de conductas de alto riesgo como fumar, abuso de alcohol, drogas y sexo sin protección.
La violencia de género en la infancia no solo afecta la salud mental de los niños, sino que también perpetúa ciclos de abuso y trauma generacionales (Imagen Ilustrativa Infobae)
Las consecuencias de la violencia de género en la infancia pueden ser directas, agresiones sobre sí mismos o de manera indirecta, cuando la agresión ocurre en su presencia o conoce las secuelas en su madre, marcas, moretones, hospitalizaciones, etc. En los casos de los niños y niñas huérfanos por femicidio las consecuencias psicológicas son atronadoras.
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Los niños y niñas tienen como consecuencia insoslayable traumatización, culpa, impotencia, vergüenza, agresividad y estas son solo algunas de las secuelas psicológicas de la violencia de género padecida en la infancia.
Acerca de esta problemática Javier Barreiro, psicólogo general sanitario en Salamanca, España, lo dice así: “Se dan desde problemas físicos como retraso en el crecimiento, alteraciones en el sueño y alimentación, retraso en habilidades motoras; alteraciones emocionales como ansiedad, ira, depresión, baja autoestima, trastorno de estrés postraumático; alteraciones cognitivas como retraso en el lenguaje, bajo rendimiento escolar; alteraciones de conducta como déficits en habilidades sociales, agresividad, déficit de atención e hiperactividad, episodios delictivos, hábitos tóxico-dependientes, déficits en el desarrollo de la empatía.
La violencia física, sexual y emocional contra los niños y niñas es una realidad alarmante que requiere atención inmediata y medidas preventivas (Getty)
Macro y microviolencias
Los estudios de género son imprescindibles no solo para la comprensión de las macroviolencias extremas y punibles como el infanticidio, el femicidio en la infancia, la violencia sexual y el maltrato sino también para la comprensión de las microviolencias cotidianas. Un zamarreo, una humillación, descrédito, burlas, desaprobación, falta de respeto que horadan la autoestima muchas veces de forma permanente.
Los estudios de género se asociaron en sus inicios a la cuestión de la mujer y luego alcanzaron a los varones y a la población LGBTQ+. Hoy es imprescindible extender sus aportes al abordaje de la temática de la infancia y adolescencia, también en lo que concierne a la salud mental.
La mirada adultocéntrica y las prácticas adultistas organizan las relaciones de poder y las particularidades de una sociedad construida de forma patriarcal.
Los niños y niñas testigos de violencia de género a menudo internalizan la agresión y el miedo, lo que afecta su comportamiento y relaciones futuras (Imagen Ilustrativa Infobae)
Desde que nacemos se organizan y adjudican lugares diferenciales tanto para los niños como para las niñas. En esta matriz sociocultural es desde donde se definen los roles, los permisos y prohibiciones y hasta lo que está autorizado desear o no desear. Aunque estas disposiciones sufren cambios epocales lo que se mantiene imperenne son las asimetrías entre lo adulto y masculino con el mundo infantil. Esto configura lo que se ha denominado un orden adultocéntrico y patriarcal.
Esta estructura establece una forma de ser y estar en el mundo que está regulada específicamente sobre la edad y el género. Las agresiones contra los niños y niñas es una de los permisos incluidos en quien detentan la autoridad o sea el poder.
Los niños y niñas han sido sujetos tratados como minoría descartable a lo largo de la historia de la humanidad y jamás reconocidos como sujetos de derecho y deseo y por ello víctimas de las más crudas violencias.
La violencia de género en la infancia configura un orden adultocéntrico y patriarcal, afectando la forma en que los niños y niñas perciben el mundo (Getty Images)
La violencia contra las niñas y los niños incluye la violencia física, sexual y emocional, así como el abandono, la negligencia y la explotación. Estas agresiones pueden ocurrir en el hogar y en la comunidad y ser perpetradas por cuidadores, compañeros o extraños. Los tipos de violencia incluyen el maltrato, por parte de adultos en un puesto de responsabilidad hoy cuidado; el acoso y las peleas físicas entre pares; la violencia sexual y la violencia en el noviazgo, así como violencia en la calle o en la escuela.
En el caso de las niñas es a partir de los 7 años de edad que la violencia comienza a redirigirse. Por ejemplo, la violencia sexual crece exponencialmente a medida que las niñas se desarrollan. Muchos de los feminicidios en la infancia ocurren para ocultar un crimen primario, la violencia sexual.
Según la Organización Panamericana de la Salud, a nivel mundial, 1 de cada 2 niñas y niños de entre 2 y 17 años sufre algún tipo de violencia cada año. Según una revisión global, se estima que el 58% de las niñas y los niños en América Latina y el 61% en América del Norte sufrieron abuso físico, sexual o emocional en el último año.
El abuso y la negligencia en la infancia a menudo pasan desapercibidos, pero sus efectos en la salud mental y física son profundos y duraderos (Imagen Ilustrativa Infobae)
Según Naciones Unidas Mujeres, cada 11 minutos una mujer es asesinada en el mundo. Esta cifra demuestra que violencia contra las mujeres y las niñas es el tipo de violencia global y más naturalizada en el mundo.
La violencia de género se manifiesta a través de diversas prácticas desde el nacimiento y en la infancia se trata de una doble vulneración.
Abordar la violencia de género y el adultocentrismo con una mirada integral requiere el examen de las estructuras de poder, las normas culturales y la educación desde una perspectiva de género y de infancias. La infancia es el primer eslabón donde golpea con toda su fuerza el patriarcado y los costos emocionales, sociales y económicos son altos y a menudo para toda la vida.