Dos escenas radicalmente opuestas sacudieron el mundo del deporte este fin de semana. Una de ellas, emocionante y ejemplar, tuvo lugar en Washington, la capital estadounidense; la otra, lamentable y preocupante, en una tribuna del fútbol argentino en Mar del Plata.
En el marco de la final del ATP 500 de Washington, el australiano Alex de Miñaur se consagró campeón tras vencer al español Alejandro Davidovich Fokina en una vibrante definición por 5-7, 6-1 y 7-6 (3). Más allá de alzarse con su décimo título ATP, el gran momento del día llegó después del match point final, cuando De Miñaur se acercó al banco de su rival, notablemente afectado tras perder su cuarta final como profesional, y lo consoló con un gesto que recorrió el mundo.
Las imágenes del australiano abrazando al malagueño y compartiendo palabras de aliento dejaron una lección que trasciende lo deportivo: el respeto por el rival, la empatía y la nobleza en la victoria. El tenis, una vez más, mostró por qué sigue siendo considerado el “deporte de caballeros”.
Pero mientras el tenis daba una lección de humanidad, en Mar del Plata ocurría todo lo contrario. En el partido correspondiente a la tercera fecha de la Liga Profesional entre Aldosivi y Newell’s, un violento enfrentamiento entre barras en una de las tribunas manchó la jornada.
Entre los minutos 20 y 25 del primer tiempo, al menos tres individuos portando cuchillos desataron una pelea que terminó con varios heridos, algunos de ellos con el rostro ensangrentado. Las imágenes, viralizadas rápidamente en redes sociales, generaron indignación y miedo. Los heridos fueron trasladados a un hospital y la investigación se centra ahora en una pregunta tan obvia como preocupante: ¿Cómo ingresaron armas blancas a una cancha de fútbol?
La violencia en el fútbol argentino sigue siendo una cuenta pendiente. En un momento en que se había aprobado la vuelta del público visitante, este tipo de episodios pone en jaque cualquier intento de normalización.
El contraste es tan evidente como doloroso: con apenas horas de diferencia, un gesto de respeto absoluto en el tenis y una escena de brutalidad en el fútbol. Dos realidades que conviven en un mismo tiempo y espacio, separadas no solo por el océano, sino por la educación, la cultura deportiva y la empatía.
El deporte debería ser siempre un espacio para crecer, competir y aprender. En el tenis, De Miñaur y Davidovich nos dieron una muestra de ello. En el fútbol argentino, lamentablemente, todavía falta mucho.
