El presidente español anunció en una rueda de prensa su intención de resistir ante las acusaciones de corrupción. Su gobierno ya puede ser bautizado como el primer gobierno populista de nuestra democracia.

La UCO, esa unidad de policía judicial encargada de la investigación y persecución de las formas más graves de delincuencia, aquella que venía siendo vilipendiada (no es la primera vez) desde tribunas políticas, ha elaborado un minucioso informe en el que se puede ver la desnudez de nuestro presidente del Gobierno. Una caída del velo incrementada porque los indicios que ha acumulado esta unidad policial contra quienes han venido siendo los “costaleros” (en el decir de Carlos Alsina) del PSOE de Sánchez y de su Gobierno se han visto acompañados de groseras grabaciones que revelan con crudeza la naturaleza de los personajes y de sus actuaciones. Aquel que alcanzó el poder como reacción a lo que el mismo Sánchez en su discurso en la moción de censura calificaba como unos “hechos gravísimos… que de forma reiterada en el tiempo han ido sacudiendo a la opinión pública que provocan bochorno, incredulidad e indignación. Imágenes de descrédito político e institucional que exigen una respuesta contundente de esta Cámara… [para] recuperar el valor y el sentido mismo de la política”; tiene ahora que mirarse al espejo. Y, entonces, contemplará la desnudez que ya todos saben, su falta de credibilidad o, como ha escrito mi colega Víctor J. Vázquez, su “falta de veracidad”.

Cuando esto ocurre, la consecuencia natural sería la dimisión con convocatoria de nuevas elecciones. Pero ya sabemos que eso no va a suceder, porque el presidente Sánchez, según nos ha anunciado, tiene el propósito de resistir, una vez más. Por ello, cuando menos parece obligado subrayar las falacias e inconsistencias del discurso presidencial, aprovechando para realizar un balance del que podemos bautizar ya como el primer Gobierno populista de nuestra democracia. Que no es poco.
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De esta guisa, la respuesta del presidente Sánchez ante esta realidad podría sintetizarse en las siguientes ideas fuerza que alimentan el relato de Moncloa: Sánchez es una víctima que se ha visto defraudada; el Gobierno está limpio, las manzanas estaban en el partido; la corrupción es un mal inevitable, lo importante es reaccionar con contundencia frente a la misma; pedir perdón es una forma de asumir responsabilidades; y, lo más importante, la excusa para resistir es que el proyecto transformador que Sánchez personifica está por encima de este lodazal. A las que se ha añadido en su segunda alocución la marca populista del presidente Sánchez: no podemos dejar que gobierne la oposición, porque ella sí que encarna el mal.
Corrupción y opacidad
Vayamos desmontando estas afirmaciones. Ciertamente, la corrupción es un mal inevitable; pero, y aquí la clave, se puede hacer mucho por prevenirla y corregirla. La cuestión es entonces: después de siete años de gobierno del sr. Sánchez, ¿qué se ha hecho al respecto? La lectura de los informes anuales de la Comisión Europea sobre la situación del Estado de Derecho en nuestro país o los del Grupo de Estados contra la Corrupción evidencian los escasos avances durante este período en la lucha contra la corrupción y a favor de la integridad pública. ¿Dónde está la autonomía de las oficinas de conflictos de intereses? ¿Y el Código ético del Gobierno? ¿Se han reforzado los medios de los jueces y tribunales de este país para investigar la corrupción? Por poner algunos ejemplos. Pero no es solo eso, porque hasta hemos tenido retrocesos. ¿O es que hemos olvidado que este Gobierno impulsó la rebaja de las penas del delito de malversación para beneficiar a sus socios políticos a los que, todo sea dicho, amnistió por delitos muy graves de corrupción?

A mayores, el presidente quiere convencernos de que su reacción al destaparse esta sucesión de casos muestra la tolerancia 0 de su Gobierno contra la corrupción. ¿Tolerancia 0 es cesar a tu ministro al descubrir sus desmanes, pero mantenerlo en las listas en las elecciones al Congreso y no denunciarlo a la fiscalía ni poner a disposición judicial todo lo que se hubiera descubierto? Porque, si no hubiera sido por los avances policiales y periodísticos, Ábalos seguiría como parlamentario raso sin dar mayores explicaciones. Incluso, como han publicado algunos medios, ¿tolerancia 0 es ofrecer a Ábalos abogado y sueldo en empresas afines si guardaba silencio? ¿Tolerancia 0 es cuestionar desde el Gobierno la labor de la UCO y de los medios de comunicación que investigaban y tener a sueldo de empresas públicas a una señora encargada de recolectar información comprometedora? Todo ello en la hipótesis más benévola con Sánchez, es decir, presuponiendo que durante mucho tiempo se mantuvo ingenuo a lo que se cocinaba en su trastienda y no participó de ello.
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Nos dice además el presidente que este asunto no es una cuestión gubernamental. Por ello ha intervenido desde la sede del partido. Y aquí también es cierto que este entramado pudo nacer en el seno del PSOE, pero la realidad es que creció en el Gobierno. Las mordidas no eran por negocios del PSOE, sino que se relacionan con adjudicaciones de obras públicas y prebendas repartidas a través de empresas públicas porque estaban en el Gobierno. Pero no solo: lo que hasta ahora sabemos nos permite dar credibilidad a una forma de gobernar, con independencia de la relevancia penal que puedan tener algunas de las conductas. Dan una pauta para interpretar las visitas y relaciones con dirigentes de la dictadura venezolana; para situar las colocaciones de hermanos y amigos en puestos públicos; o para entender las empresas que se acercaban a la mujer del presidente para así poder tener influencia ante apuros como la necesidad de un rescate gubernamental.
Más allá, asumir la responsabilidad política no es pedir perdón y promover un par de retoques cosméticos en tus equipos. No hace falta bucear mucho en la hemeroteca para ver lo que en su día reprochaba el sr. Sánchez al presidente Rajoy cuando este pidió perdón y anunció auditorías estériles. ¿O es que van a facilitarle a los auditores que accedan a las contabilidades B, de haberlas? Por no hablar de su desprecio al Parlamento. ¿Una comparecencia en sede parlamentaria que ni siquiera se articule como cuestión de confianza para retratarse en una votación?
Un proyecto de promoción personal
Al final, lo que se ve claramente es que Sánchez no es víctima, sino que ha hecho su carrera sobre una forma corrupta de entender la política como mero proyecto de promoción personal en el que todo vale para alcanzar o mantenerse en el poder. Desde los primeros tejemanejes en primarias y votaciones en el partido hasta llegar a la amnistía como un acto de corrupción política de primera envergadura. Una “autoamnistía” para comprar votos, como ha señalado la Comisión Europea.
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¿Y cuál es ese proyecto “transformador” que dice encarnar? Hagamos balance. Un proyecto político paralizado en lo sustantivo para las políticas sociales porque se gobierna sin presupuestos. Un proyecto político que en lo que hace a los avances “legislativos” ha estado marcado por el populismo de sus socios. El mejor ejemplo seguramente sea la ley del solo sí es sí. Un proyecto político que, en realidad, viene a contradecir buena parte de lo que los socialistas siempre han defendido, como se vio con la amnistía o con la deriva confederal. Porque lo cierto es que quienes han marcado el rumbo del país hacia ese proyecto transformador es la corte de partidos independentistas y populistas que le rodean. Y ellos sí tienen un proyecto transformador de España muy claro, al que Sánchez se ha prestado como caballo de Troya a cambio de mantenerse en el poder. Los resultados son cada vez más evidentes: a nivel territorial, el mantra de la pacificación catalana no esconde la deriva confederal del país para desmantelarlo. Podríamos estudiar cómo en cada una de las leyes aprobadas en las últimas legislaturas los partidos nacionalistas han logrado cobrarse alguna prebenda. A nivel institucional, este Gobierno ha dejado una constitución “cascarón de huevo”, con una institucionalidad vacía, totalmente devaluada. El populismo otrora del Pablo Iglesias más beligerante encuentra hoy resonancia directa en declaraciones de ministros y portavoces gubernamentales.
Y, lo más peligroso, se está plasmando en proyectos legislativos en los que incluyen minas que pueden hacer saltar por los aires lo que queda de nuestro sistema de separación de poderes. En cuestión de semanas podemos ver cómo el Gobierno, con la mayoría parlamentaria que lo sostiene, saca adelante la reforma del Ministerio Fiscal para arrebatar la instrucción de los procesos a los jueces independientes, al tiempo que se refuerza a un Fiscal General del Estado teledirigido políticamente. Un torpedo a la línea de flotación de la independencia judicial.
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De ahí que de las dos alocuciones del sr. Sánchez me preocupe especialmente su anuncio de una ronda de consultas para concretar la agenda legislativa con sus socios que, sabedores de la debilidad gubernamental y sin un Tribunal Constitucional creíble, subirán sus apuestas para terminar de desmembrar la Constitución del 78.
El gobierno y sus socios constituyen una mayoría parlamentaria que apenas alcanza la mitad más uno de los diputados, pero están dispuestos a impulsar una mutación constitucional de nuestro país que nos lleve a un escenario nada halagüeño, sintetizado, seguramente, en la idea de república plurinacional (a la que cabría añadir el calificativo de “bananera”). “Entregarle las riendas del país a una coalición del PP con Vox que están impulsando una agenda reaccionaria” sería una “tremenda irresponsabilidad”, como ha dicho el presidente Sánchez, podría ser el epitafio para cualquier autócrata populista. Supone no solo el reconocimiento de que si convocara elecciones se confirmaría una nueva derrota de su partido, sino la negación de la legítima alternancia política a través de una dicotomía falaz: o soy yo, o vendrá el maligno. ¿Por qué? En el esquema mental de un populista polarizador pueden no caber otras opciones, pero en el entorno político europeo podríamos encontrar ejemplos de otras salidas posibles. Frente esta huida hacia delante, frente a este envite populista, ¿no quedan en el PSOE demócratas que deserten de las filas del sanchismo para ponerle freno? Está en juego quedarnos con una Constitución puramente nominal y unas instituciones democráticas vacías donde podrán crecer los mayores demonios. Urge volver al espíritu del 78.

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