Los productos que se podían adquirir hace seis años, cuando apareció el billete de 1.000 pesos. Y qué se puede ahora, con el de $2.000
A fin de 2017, cuando apareció el billete de $1.000 y se encaramó como el de mayor denominación en la Argentina -un rango que acaba de perder a manos del billete de $2.000-, con un papel de $1.000 se podían comprar los siguientes de la canasta básica:
- 20 paquetes de un kilo de yerba Amanda ($48,90 cada paquete).
- 37 botellas de aceite de girasol de 900 mililitros ($27 por unidad).
- 60 botellas de gaseosas de 1,5 litro de Cunnington Cola ($16,70 cada una).
- 75 paquetes de un kilo de harina de trigo 0000 marca Blancaflor ($13,40 cada uno).
Seis años después, la realidad es bien diferente. Con el flamante billete de $2.000, se pueden adquirir estas cantidades de esos mismos productos:
- 2 paquetes de un kilo de yerba Amanda ($1.010 cada paquete).
- 3 botellas de aceite de girasol de 900 mililitros ($590 por unidad).
- 10 botellas de gaseosas de 1,5 litro de Cunnington Cola ($186 cada una).
- 8 paquetes de un kilo de harina de trigo 0000 marca Blancaflor ($235 cada uno).
La pérdida del poder de compra del billete de mayor denominación es tremenda. Para igualar, el poder que en su momento tenía el billete de $1.000, ahora sería necesario llevar en el bolsillo alrededor de $13.000.
Dicho de otra manera, el billete de $2.000 que se largó a la calle en las últimas horas equivalían a unos $156 de hace seis años.
Nuevo billete de 2.000 pesos: nace con un valor real muy deteriorado.
En relativo poco tiempo, la inflación destruyó a la moneda en la Argentina. Los datos son bien elocuentes.
En los últimos meses, esa dinámica se agravó y, para peor, la incertidumbre es total. No hay economistas profesionales que eviten hablar de una próxima devaluación, lo que a su vez potenciaría la destrucción de la moneda.
Inflación: las expectativas, en rojo
Las principales consultoras revisan, semana tras semana, sus pronósticos de inflación para lo que queda del año. Incluso cuando, como quedó demostrado, todavía quedan más deudas por revelar que certezas para dar.
Para Eco Go, la consultora que dirige la economista Marina Dal Poggetto, el IPC se ubicaría este año en el 163%. Apenas un escalón por detrás -en el 162% para este 2023- se ubica Quantum, la consultora liderada por Daniel Marx.
Empiria Consultores, de Hernán Lacunza, referente económico de Horario Rodríguez Larreta, estimó una inflación del 144%. Y Analytica, de Ricardo Delgado, en el 132%.
De hecho, para este mismo mes se espera un IPC más elevado que en abril, que a su vez fue más alto que en marzo, que había superado a febrero. Y así.
La dinámica inflacionaria redujo rápidamente el poder de compra de los billetes de $1.000.
La idea de que la inflación pueden espiralizarse en los próximos meses se mantiene como un riesgo serio. Puntualmente, la mayor preocupación está centrada en el rubro de los alimentos, que es donde la inflación se siente en la enorme mayoría de los hogares.
Un poco lo que quedó evidenciado al comienzo de esta nota: la inflación sacude los cimientos de la sociedad, ya que en el actual contexto luce casi imposible que los ingresos de los trabajadores le puedan empardar a la suba de los precios.
Los billetes pierden valor y baja el consumo
La pérdida del salario se empieza a sentir en el consumo masivo. En una primera instancia, lo notable es una mudanza de clientes que migran desde los pequeños comercios a las grandes cadenas de supermercados, que tienen mejores precios.
Los datos son elocuentes: de acuerdo al último relevamiento de la consultora Scentia, que monitorea las ventas de productos masivos, los autoservicios y almacenes instalados en Buenos Aires (CABA y conurbano bonaerense) vendieron en abril un 21% menos que en el mismo mes del año pasado.
La medición es en volumen de ventas, y el marcado retroceso en las ventas de los autoservicios tiene que ver con la notable diferencia de precios entre esos pequeños negocios y los grandes supermercados. Hay un evidente traslado de consumidores de los pequeños locales hacia las grandes superficies.
De hecho, la mejora en las ventas de las grandes superficies en el AMBA -del 8,8%- no alcanzó para revertir la tendencia negativa del consumo.
El consumo, resentido por la prolongada crisis inflacionaria.
Las ventas de productos masivos, alimentos y productos de higiene y limpieza, en esta área -CABA y conurbano bonaerense- registraron una baja del 4,5% en abril, en comparación con abril del año pasado.
La caída en el consumo de alimentos, bebidas y limpieza se registra en plena aceleración inflacionaria, donde en abril se constató una suba del IPC del 8,4%, y un aumento del 10,4% en el rubro de alimentos y bebidas.
El inevitable ciclo recesivo
Ante semejante escenario, la actividad económica tenderá a enfriarse más y más y lo más probable es que caiga en un pozo recesivo. El riesgo es que, además de la inflación y la pérdida salarial, el escenario incluya un aumento en la tasa de desempleo, algo que por ahora no se ha visto.
Sergio Massa cree que cualquier escenario luce mejor que una devaluación. Una devaluación abrupta en este contexto tendría un desenlace imprevisible. ¿Hasta qué nivel subirían el tipo de cambio y la inflación si se soltaran los controles?