¿Por qué me pasa esto a mí?, ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿Qué hice yo para merecer esto?, ¿Por qué algunas personas pueden sobreponerse, pero yo no? son interrogantes que muchas veces nacen del dolor y del vacío que generan circunstancias extremas. La logoterapia vino a decirnos que, incluso en los peores contextos, los seres humanos podemos encontrar un sentido a lo que nos ocurre y que la búsqueda de este es la fuerza que nos mueve. Es una escuela de psicoterapia, que tiene entre sus ejes la libertad de los individuos, y llegó a una prisión de Argentina para transformar vidas.
Matías Alejandro Coronel, en el Complejo penitenciario número 23 de Florencia Varela, en Buenos Aires, Argentina, junto a su compañero y aliado Lucas, replica los talleres de Logoterapia. © Matías Coronel
Viktor Emil Frankl comenzó a gestar la logoterapia en 1926 antes de comprobarla de la manera más cruenta, en los campos de concentración nazis.
El neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco sobrevivió a cuatro centros de exterminio y su experiencia le permitió respaldar sus principales postulados y una de sus enseñanzas clave:
Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino
La logoterapia se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte de los individuos. Desde este marco, la fuerza primaria y motivadora de las personas es la lucha por encontrar un sentido a sus vidas; pero ¿qué ocurre cuando esa existencia está atravesada por el dolor extremo? Cuando las circunstancias juegan en contra y la vida se transforma en un terreno casi insoportable de transitar.
Si no podemos cambiar la situación, siempre tenemos la última libertad de cambiar nuestra actitud frente a lo que nos pasa.
Para Frankl incluso en los momentos más adversos y complejos que vivimos, podemos encontrar un sentido. Y pone el énfasis en la libertad y en la responsabilidad.
«Como profesor de dos disciplinas, neurología y psiquiatría, soy plenamente consciente de que el hombre está sujeto a las condiciones biológicas, psicológicas y sociales. Pero, además de profesor en estos dos campos, soy superviviente de otros cuatro -de concentración, se entiende-, y como tal quiero testimoniar el incalculable poder del hombre para desafiar y luchar contra las peores circunstancias que quepa imaginar», dice en su libro ‘El hombre en busca de sentido’.
Los planteamientos de Frankl disparan una serie de interrogantes: ¿Todos podemos con todo?, ¿Por qué algunos parecen levantarse y sobreponerse, pero yo no?, ¿Son unos pocos los que lo logran y que, en todo caso, servirán de ejemplos difíciles de seguir?, ¿Estamos dejando de lado elementos que condicionan nuestras existencias?
El psiquiatra no deja de lado los factores que marcan y condicionan las existencias:
Sin duda el hombre es un ser finito y su libertad está limitada. No se trata, pues, de liberarse de los condicionantes (biológicos, psíquicos, sociológicos), sino de la libertad para adoptar una postura personal frente a esos condicionantes
Logoterapia en una cárcel de Argentina
Matías Alejandro Coronel tiene 34 años y se encuentra privado de su libertad en el Complejo penitenciario número 23 de Florencio Varela, en Buenos Aires, Argentina. Se encuentra detenido cumpliendo una condena de 32 años por un delito que, asegura, no cometió. Gastrónomo profesional, estudiante de periodismo, con decenas de otras formaciones, se encarga de dar talleres educativos a otros reclusos.
Matías contagia energía y vitalidad. Transmite por sobre todas las cosas, ganas de hacer. No para de generar propuestas y proyectos. Su carisma, calidez e impulso de vida no existían cuando llegó al penal.
«Vine con pésima conducta, lastimado, con escopetazos en la pierna por haber sido reprimido por el servicio penitenciario, conflictos dentro de la cárcel, vivía en el sector de aislamiento, pabellón de sancionados. No encontraba un sentido. Mi idea era mandarle una carta a la jueza diciendo: ‘mátame, ¿para qué vivir así’?'», cuenta tras seis años en esta unidad.
Llegó repleto de ira. Enfrentaba una larga pena, que considera injusta, y una vida que lo había marcado a golpes. Meses antes de ingresar perdió una pierna por disparos de una expareja y, mientras estaba preso, murieron dos de sus hijos, de siete y cuatro años.
«Vine con mucha bronca. Estar con una discapacidad, aprendiendo a caminar nuevamente y venir por algo que no hice fue muy fuerte en lo psicológico (…) Cuando vine a la cárcel no me importaba nada. No le encontraba el sentido a mi vida», recuerda.
Una vez ubicado en el complejo, donde se encuentra actualmente, comenzó el cambio:
Me focalicé en estudiar, entendí que la vida era adquirir conocimientos y herramientas para poder formarme y entender que no hay arma más letal en la vida humana que la sabiduría, que el conocimiento
Y en ese camino apareció una herramienta transformadora, la logoterapia.
Como advierte Viktor Frankl, su postulado «invita a imaginar, primero, que el presente ya es pasado y, segundo, que ese pasado se puede corregir», y rompe con visiones que para él convierten al hombre en un robot sin libertad. Una libertad de elección que, según el psiquiatra, puede aparecer incluso cuando otras libertades fundamentales no existen.
La voz de Frankl llegó a la unidad 23 de Florencio Varela de la mano de Cecilia Barreda. Licenciada en recursos humanos, docente, hizo un máster de enseñanza de español y ahora se encuentra terminando la diplomatura en logoterapia en Israel, en el Instituto Viktor Frankl.
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El sitio elegido para llevar esas herramientas de la logoterapia no fue azaroso. Cecilia considera fundamental dar segundas oportunidades, dice:
Todo el mundo tiene derecho a equivocarse y no por eso que te marginen de la sociedad. Todo el mundo en este planeta tiene derecho a hablar, a que se le dé la palabra, a que se lo escuche. Todo el mundo tiene algo interesante para decir
El método que eligió fue un taller, una modalidad en sintonía con su pasión por la docencia y alejado de enfoques terapéuticos y puramente teóricos. Su objetivo era una aplicación práctica y concreta. Llegó con incertidumbres sobre lo ocurriría, pero con una certeza: «Quería que ellos mismos siguieran después pasando esta bola y esta información. Si una semilla crecía me ponía contenta y fue mucho más de lo que esperaba».
La importancia de «lo que sí»
Bajo la premisa que nunca nadie nos va a poder quitar la libertad de elegir la actitud que tomamos frente a lo que no podemos cambiar, decidió comenzar el taller abordando talentos y valores, afirma:
Trabajamos mucho con preguntas, con reflexiones, comencé con los talentos para concentrarme en ‘Lo que sí’, entendiendo esto como aquello en lo que alguien es bueno. Estamos tan poco diseñados para reconocer nuestras virtudes, porque nos parece que es alardear, pero darme cuenta para qué soy buena es lo mejor que puedo hacer para mi vida, para mí misma, mi felicidad y para todo el mundo que me rodea
Las respuestas comenzaron a llegar y la semilla, de la que hablaba al comienzo, ya tenía forma de planta. «Se engancharon enseguida desde la empatía de decir estamos en una situación súper comparable, pero la de este tipo (Frankl) es diez veces peor que la nuestra, si este tipo pudo ver algo bueno en la mierda que vivió, cómo no voy a poder verlo yo», explica.
Ese cuestionamiento hacia adentro, hacia «lo que sí», como lo llama Cecilia, estaba empezando a generar reflexiones y diálogos en busca del sentido: «Uno de los chicos me decía que él era bueno escuchando. Eso es un talento espectacular le dije, una buena oreja, un buen consejero, es fabuloso, es un talento que tienes que sacar y usarlo para tu beneficio y el de los demás. Sentarte y ponerle el odio a alguien ya es un montón».
Así empezó a ver que algo estaba sucediendo dentro de ellos, algo los estaba tocando. Y siguió confirmándolo a medida que le acercaban más reflexiones, muchas guardadas en las mentes de los presos, incluso desde antes de conocerla. Cuenta que un día otro chico le contó que mucha gente le decía que él era un pésimo ejemplo para sus hijos, y él decía: «Bueno, pero soy un ejemplo; mal ejemplo, pero funciona». Y su respuesta fue: «Por supuesto, no hay nada inútil, no hay ejemplos ‘no útiles’. Si hice algo que no estaba bien, eso es un ejemplo de lo que no hay que hacer y es fenomenal».
El impacto de la logoterapia en Matías: «Hoy mi vida tiene un sentido»
La frase eje de la logoterapia que afirma que «las decisiones, no las condiciones, determinan quienes somos», se instaló en Matías y la hizo bandera. «Tengo acciones limitadas, estoy en un contexto de encierro, en una cárcel y hay ciertas cuestiones que no voy a poder solucionar porque estoy acá adentro. Sin embargo, no tengo que agobiarme sino buscar una solución con las herramientas que tengo. Ese fue el clic, apuntar a un cambio concreto», dice.
Matías asegura que encontró un sentido a su vida: «Entendí que yo voy a marcar un paso en la historia en base a la ejemplificación, dando conciencia y reflexión a los pibes. Encuentro el sentido de la vida en dar una clase y que los chicos miren atentos, y se empiezan a interiorizar, a hacer preguntas y se arma un debate. Ese es mi sentido de la vida».
Matías asegura que encontró un sentido a su vida: «Entendí que yo voy a marcar un paso en la historia en base a la ejemplificación, dando conciencia y reflexión a los pibes. Encuentro el sentido de la vida en dar una clase y que los chicos miren atentos, y se empiezan a interiorizar, a hacer preguntas y se arma un debate. Ese es mi sentido de la vida».
Su misión se centra en quienes llegan a la cárcel, marcados por estructuras ideológicas que él define como las de «El marginal» o «Tumberos», en referencia a series de televisión argentina que transcurren en escenarios carcelarios, considerados por muchos estereotípicos y estigmatizantes.
Para él la logoterapia es una herramienta clave en este contexto, marcado por lo que él denomina «situaciones de un segundo». Hacia allí apunta y ve la aplicación concreta, palpable de esta psicoterapia.
Me enseñó a ser prudente al accionar, ser inteligente en situaciones de un segundo ¿A qué le llamo situaciones de un segundo? Acá en este contexto surgen imprevistos y en dos minutos puede cambiar todo, puedes lastimar, te pueden lastimar, te pueden matar, pueden suceder muchas cosas en un clic de un segundo en el que uno actúa por inercia y no es prudente al actuar, tiene consecuencias
Los cambios desde la visión de las autoridades: «Les dan valor a pequeñas cosas que no les importaban»
Para que la logoterapia llegara a esta cárcel de Argentina fue fundamental la voluntad y el trabajo de sus autoridades, como Julián Román, director de la Unidad. Consultado por los impactos de la logoterapia, cuenta que «se empezaron a ver casi de forma inmediata, especialmente con el interno Matías Coronel, quien tomo la iniciativa inmediatamente convirtiéndose en Instructor y referente de la logoterapia».
Para Román, el trabajo en equipo entre personal, internos y Cecilia fue la clave del éxito. Y en su contacto diario con los internos se puede ver los frutos del trabajo. «Al comenzar a leer el libro y sentirse reflejados en lo que relata Viktor Frankl, se sienten identificados. De esta manera reciben un apoyo y sienten realidades o sentimientos que ellos mismos transitan»
Julián cuenta que se transformó en algo habitual encontrarse con reclusos que relatan y traen a la conversación citas de ‘El hombre en busca de sentido’.
Para el director de la Unidad los efectos trascienden los muros y son esenciales para la que debería ser la función de una prisión, la reinserción social de los internos. En esta línea asegura que se trata de «una gran herramienta que acompaña al interno psicológicamente como una terapia para sobrellevar su falta de libertad, pero que fundamentalmente le da valor a pequeñas cosas que no les importaban».
El «profe» Matías, un referente de la logoterapia
El impacto de la logoterapia en esta unidad penitenciaria tiene cifras. Según Matías, el índice de violencia se redujo 90 % y el trato entre pares es diferente e incluso el vínculo con las autoridades mejoró.
Aquella semilla a la que hacía referencia Cecilia Barreda germinó y hoy es un árbol que se expande. El tímido número de 12 internos que comenzaron el primer taller llegó a 1.350, que ya lo terminaron con proyectos para llevarlo a otras cárceles.
Ahora el encargado de ofrecer las herramientas logoterapéuticas es Matías, quien, junto a su compañero y aliado Lucas, decidió replicarlo.
«Teníamos varios desafíos», recuerda, «no es lo mismo que lo de una licenciada, una persona civil, de la calle, a que lo presenten dos pibes privados de su libertad en un contexto de encierro. Puede haber malinterpretación, distorsión del uso de la palabra, se puede transmitir un mensaje erróneo o algo que tergiverse la enseñanza».
En un contexto caracterizado por la falta de libertad, Matías siente que ganó otra libertad. ¿Cuántas personas ‘libres’ se encuentran aprisionadas, de manera simbólica, en sus mentes, en pensamientos o conflictos que las paralizan?, a ellas les dice:
Tienes una libertad ambulatoria, pero psicológicamente estás aprisionado en tus problemas, en las cosas y situaciones que te agobian y creemos que no tienen solución, y sí la tienen. Hay mucha gente que está aprisionada en un problema. Todos estamos en alguna prisión.
https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20240806-logoterapia-y-el-sentido-del-sufrimiento-la-experiencia-en-una-prisi%C3%B3n-argentina