En Almirante Brown supieron vivir o pasar sus vacaciones grandes personalidades de la cultura; literatura; música y política. Siendo uno de ellos el prestigioso historiador argentino José Luis Romero quien eligió la ciudad de Adrogué como el sitio de veraneo de toda la familia al alquilar una casa, pero poco a poco se fue enamorando del lugar al punto de adquirir una vivienda ubicada en Cerreti 918 para radicarse definitivamente en esta bella ciudad creada y fundada por Don Esteban Adrogué.
En el libro “Brown, una historia compartida” de Felipe Pigna, Luz Romero, hija de José Luis, recordó: “Nosotros vivíamos en Palermo y mi padre empezó a ir a Adrogué para dar clases en el Instituto Americano, un antecedente del Colegio Nacional. Entonces se hizo muy amigo de Eduardo Muñiz, que después fue vicedirector, alquiló una casa un verano, empezó a recorrer el pueblo, a conocerlo; después fuimos a vivir a una casa grande de la Calle Cerretti”.
Además, su pasión por la carpintería lo llevó a reconvertir un viejo gallinero en un taller de carpintería donde fabricaba los muebles de la casa, entre ellas las siete bibliotecas. «Para hacer carpintería él se ponía ropa muy vieja. Tenía un aspecto deplorable pero feliz, y cantaba: tango, folclore, arias de ópera», narró Luis Alberto Romero, otro de sus hijos e historiador, durante una conversación con el Diario La Nación.
En concordancia con su hermano, Luz Romero, en «Brown, una historia compartida», reveló que «mi papá había sido boxeador en su juventud, así que necesitaba gastar energía física, tenía un pequeño taller con sus herramientas para fabricar muebles y le gustaba hacer el jardín por las mañanas, dos o tres veces por semana, trabajaba en algo físico«.
Por su parte, la nieta de José Luis Romero Mariana Horlent; en el mencionado material bibliográfico; recordó que «que mi abuelo le gustaba mucho ocuparse del jardín y la carpintería. En un momento, compró un terreno en Pinamar y construyó una casa. Y muchos de los muebles que estaban en esa casa los hizo mi abuelo en su taller: camas, mesas, mesitas de luz».
Para luego agregar que «una vez que nos recibió con muebles para muñecas. Había hecho un armarito y una cama. Cuando veníamos de visita teníamos una especie de rutina. Primero íbamos a su estudio y nos hacía girar en la silla giratoria, a la tarde nos llevaba a Trote, donde nos tomábamos una chocolatada y un pebete de jamón y queso, y después íbamos a la calesita«.
También, José Luis Romero recibía en su hogar al escritor Jorge Luis Borges, quien vivía a una cuadra, llegando al punto de escribir un cuento policial, pero que lamentablemente no quedó registro del mismo. «(…) A veces al atardecer llegaba Borges a mi casa sin avisar y charlaba; en verano se juntaban en la galería; Borges le recitaba poesía en lengua anglosajona; mi papá era medievalista», puntualizó Luz Romero.
Tristemente, Romero parte de este mundo a los 67 años el 28 de febrero de 1977 en Tokio, Japón y al poco tiempo se vendió la propiedad de Adrogué. “Tuvimos que sacar todas las cosas que habían formado parte de nuestra vida de los lugares recónditos donde habían quedado. Entre ellas, mi colección de revistas El Gráfico. Crucé el jardín e ingresé al taller, que estaba intacto, donde tomé una tenaza negra que aún conservó», contó Luis Alberto Romero al diario perteneciente a la familia Mitre.
En la actualidad, la Escuela de Educación Secundaria N.º12 de Adrogué lleva su nombre en homenaje a su incalculable aporte a la historia nacional, provincial y local. Mientras que en su ex hogar se colocó una placa que recuerda que supo vivir allí.
