Camila Gutiérrez y Julio Rodríguez se llevan 34 años. Se conocieron en 2019, cuando ella tenía 15 y él 49, pero recién tres años después empezaron a mirarse con otros ojos. Desde Navarro, el pueblo bonaerense donde viven, repasan su historia de amor y los prejuicios que todavía enfrentan. «Cuando me preguntan si es mi hija, siempre digo lo mismo: Podría serlo, pero no», afirma él.

Julio Rodríguez y Camila Gutiérrez cruzaron miradas por primera vez en una peña de folclore. Él tenía 49 y había ido a sacar fotos como parte de las tareas que realizaba para un movimiento social. Ella, de apenas 15, lo miró con desconfianza. Estaba convencida de que había ido «robar coreografías».
El reencuentro llegó en 2021, cuando coincidieron en la misma peña. Al principio eran solo compañeros. O al menos eso creían. Porque mientras ellos bailaban zambas y chacareras, el resto de sus compañeros percibía otra cosa. «Los demás vieron algo que nosotros no», dicen hoy, en pareja desde hace tres años, conviviendo, y al frente de una peña propia con más de sesenta alumnos.
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Antes de que algo pasara entre ellos, las vidas de Julio y Camila corrían en direcciones diferentes. Él atravesaba una separación largamente postergada y tenía dos hijos adultos. «Estaba muy mal. Hacía un año que veníamos en crisis hasta que, al final, ella tomó la decisión», recuerda.
Camila, en cambio, estaba cerrando otra etapa: la del colegio secundario. Vivía con sus padres y sus hermanos y repetía desde siempre que, cuando cumpliera los 18, iba a independizarse. Y así fue: apenas celebró la mayoría de edad, en marzo de 2022, se fue a vivir con una amiga. Casi en paralelo, comenzó a trabajar en el Registro de las Personas.
