Aguz Tana tiene 34 años, es bisexual y arrancó intercambiando videos con parejas swinger «para ver si había onda». Pero todo cambió cuando le ofrecieron «mucho dinero» por una de sus filmaciones y optó por monetizar esos contenidos de manera profesional

Aguz Tana creyó que su destino estaba atado a un escritorio, a un monitor y a un horario fijo de nueve horas diarias en el centro porteño. Vivía atrapada en la rutina típica de oficina: despertarse antes del amanecer, viajar apretada en colectivo, cumplir una jornada laboral que parecía interminable y volver a casa cuando el día ya estaba perdido.
La historia de Aguz no nació de una vocación ni de un plan maestro. Nació del juego, del deseo compartido con su pareja de entonces y de la curiosidad que ambos tenían por explorar el mundo swinger. «Nos pasábamos videos con otras parejas para ver si había onda», relató la joven.
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Aguz Tana: «Era una herramienta para decidir encuentros. Pero una noche, una de esas parejas me hizo una propuesta que me descolocó. Quería comprar un video y me ofrecía mucho dinero».
Al principio, la estrategia fue el anonimato. Creó dos cuentas de OnlyFans (una gratuita y otra VIP) y bloqueó el acceso desde ciudades argentinas y países limítrofes. No quería exponerse.
El contenido que producía era amateur: cámara en mano, luz natural, historias reales recreadas frente al lente. Y pronto descubrió que esa crudeza era su mayor capital. «Mientras otros apostaban por una estética porno bien producida yo iba más por el lado de lo genuino y me funcionó», remarcó. «No hay nada que la gente consuma más que lo real».
