Michelle sufre de amnesia anterógrada por un accidente en la calle. Su testimonio y la comedia romántica de Hollywood que se inspiró en su vida

Michelle despierta, parpadea y, por un instante, todo es un misterio. Para ella, cada mañana es una página en blanco. Un volver a empezar desde cero. Su alarma suena a las 06:30. Las cortinas dejan filtrar un poco de luz. Toda la habitación se tiñe de tonos azules. En la mesa de luz, junto a la lámpara, reposan varias notas adhesivas, un calendario tachado, una foto de boda y un rostro. La silueta amable de Ian Philpots, con una sonrisa que parece prometer algo más que el nuevo día.
Michelle Philpots no recuerda haber conocido a Ian. No recuerda su boda, ni los años que han compartido, ni siquiera el accidente que transformó su vida en una secuencia de fragmentos efímeros. Su memoria se resetea cada mañana, incapaz de almacenar círculos completos de experiencia.
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Michelle era una joven común, lúcida, sociable, con una red de amigos, sueños incipientes y una devoción temprana por el motociclismo. En 1985, un accidente de tráfico, el primero de dos, le dejó una lesión cerebral. No hubo señal externa, ningún miembro roto, ninguna huella visible más allá de un golpe en la cabeza que, al principio, no parecía nada serio.
El segundo accidente, en 1990, fue más cruel. Otra colisión —dos tragedias separadas por cinco años— y una consecuencia: la amnesia anterógrada, una condición neurológica que impide crear nuevos recuerdos de largo plazo. Desde 1994, Michelle perdió la capacidad de fijar los recuerdos recientes. Su reloj emocional y mental se detuvo.
