Sin la presencia cotidiana, deben reinventar sus roles, explorar nuevas formas de cercanía y superar desafíos emocionales para mantener la conexión con sus nietos que viven lejos

La migración modificó profundamente la vida de cientos de miles de abuelos, que se ven obligados a repensar su papel en la familia y desarrollar estrategias creativas para no perder el vínculo con las nuevas generaciones. Ya no basta con la cercanía física y el contacto diario: la afectividad y el acompañamiento atraviesan ahora distancias y fronteras.
Un estudio hecho por The Conversation reunió los testimonios de 44 abuelos de entre 50 y 80 años cuyos hijos residen en el extranjero. A través de entrevistas y encuestas, la investigación describió los múltiples matices del duelo que genera la distancia, pero también el modo en que surgen estrategias inesperadas para sostener el lazo familiar.
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En fechas significativas (cumpleaños, festividades o logros escolares) la nostalgia se intensifica. Como expresó otra abuela entrevistada, “ninguna videollamada reemplaza el abrazo ni la risa compartida”. Muchos abuelos temen transformarse en figuras difusas, difíciles de recordar o de imaginar para sus nietos, según detalla la publicación académica.
En cambio, cuando los nietos nacen en el extranjero, la experiencia cambia radicalmente. Los abuelos viven la llegada de un nuevo miembro con alegría, pero también con una sensación de pérdida prematura, al no poder participar en los primeros descubrimientos y rituales familiares. Esta situación se asemeja a la “pérdida ambigua”, un concepto elaborado por la psicóloga estadounidense Pauline Boss, que describe el duelo sin cierre claro frente a ausencias que no pueden resolverse plenamente.
En el estudio se mencionó esta idea para explicar el proceso emocional que atraviesan los abuelos, relegados muchas veces a ser testigos lejanos y con menor oportunidad de transmitir tradiciones familiares.
