Con ayuda de un refugio y tecnología especial adaptada a sus necesidades, el animal se convirtió en símbolo de superación y esperanza para niños con capacidades especiales

En granjas, refugios y santuarios alrededor del mundo, algunos animales nacen con condiciones físicas que afectan su movilidad o independencia, ya sea por malformaciones congénitas, enfermedades, accidentes o negligencia humana, pero estos desafíos se han convertido muchas veces en un punto de partida para nuevas formas de vivir.
Kiki es una oveja que nació con movilidad reducida, su madre contrajo el virus del Valle de Cache durante el embarazo, lo que desencadenó en su cría articulaciones fusionadas y problemas en la columna vertebral.
Incapaz de caminar, su propia madre la rechazó al nacer, algo que suele suceder en animales cuando los bebés son concebidos con enfermedades o discapacidades. Sin los medios para cuidarla, la granja que la vio nacer contactó con el santuario Don’t Forget Us, Pet Us, ubicado en Dartmouth, Massachusetts.
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Durante meses, el equipo del santuario probó diversos tratamientos como fisioterapia, quiropráctica, terapia láser e incluso una cirugía de liberación de tendones, pero nada mejoró su movilidad. Fue entonces cuando Devlin cambió su enfoque: Kiki «no estaba rota», afirmó : «Era perfecta».
Con una visión distinta, Devlin comenzó a experimentar con formas de enriquecer la vida de su pequeña oveja. Entre ello, le ofreció juguetes infantiles interactivos que se activan con presión, y pronto notó que Kiki podía usarlos con la cabeza. Esto despertó una idea reveladora, pues si podía manipular juguetes con esa habilidad, tal vez también podría aprender a usar una palanca de dirección, como la de una silla motorizada.
