Tras superar una dura enfermedad, el legendario director argentino-israelí volvió a brillar junto a su West-Eastern Divan Orchestra acompañados por el notable concertista chino Lang Lang

El músico argentino-israelí, Daniel Barenboim al escenario en el Festival de Salzburgo, tras un periodo marcado por la enfermedad y la incertidumbre, ha conmovido al público y la crítica de la música clásica internacional, al devolver a uno de sus referentes a la primera línea de la interpretación orquestal.
Barenboim se puso al frente de la West-Eastern Divan Orchestra en el Festival de Salzburgo, donde dirigió un programa que incluyó el Concierto para piano n.º 1 de Tchaikovsky con Lang Lang como solista, y la Sinfonía n.º 5 de Mahler. La elección del repertorio para este reencuentro no fue casual
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El Concierto para piano n.º 1 de Tchaikovsky, interpretado por Lang Lang, aportó una dimensión de virtuosismo y energía, mientras que la Sinfonía n.º 5 de Mahler permitió a Barenboim explorar los matices emocionales y estructurales de una de las obras más exigentes del repertorio sinfónico.
El regreso de Barenboim a Salzburgo se inscribe en una tradición de grandes retornos en la historia del festival, pero adquiere un matiz particular por las circunstancias personales del director. La superación de la enfermedad y la capacidad de retomar la actividad artística al más alto nivel han sido interpretadas como un testimonio de resiliencia y compromiso con la música. La propia elección de obras como la Sinfonía n.º 5 de Mahler, con su célebre Adagietto, ha sido leída por algunos críticos como una metáfora de la esperanza y la renovación.
