En octubre de 2005, la provincia de Buenos Aires elegía senadores y diputados. Pero, además, el peronismo terminaba la transición de una hegemonía hacia otra: del duhaldismmo al kirchnerismo. El domingo 23, Cristina Fernández de Kirchner triplicó en votos a su rival, Hilda «Chiche» Duhalde y el kirchnerismo dejó de ser puramente «pingüino», para ser un actor central de la política bonaerense.

Poco después, comenzaron los rumores de «pingüino o pingüina», para sondear la posible cndidatura presidencial de la entonces senadora y primera dama. En 2007, tiempos de transversalidad, la dupla CFK- Julio Cobos se impuso sin problemas en primera vuelta.

Fue la última vez que una legislativa en la provincia de Buenos Aires, no importa si nacional o provincial, porque no hay antecedentes recientes de desdoblamiento, funcionó como anticipo de lo que ocurriría a nivel presidencial dos años después.
En 2009, el escenario electoral pintaba complejo para el oficialismo. La economía global seguía resentida por las consecuencias de la crisis de las hipotecas subprime en EEUU y todavía se respiraba el conflicto por las retenciones móviles del año anterior. Néstor Kirchner tomó dos decisiones importantes para mitigar el posible daño: adelantar cuatro meses las elecciones y ponerse al frente de la boleta en PBA.
Casi le funciona. En los papeles, el ganador fue el empresario Francisco De Narváez, que le sacó 2 puntos de ventaja. Pero lo que determinó la derrota de Kirchner fue la competencia de Martín Sabbatella, que no llegó a un acuerdo y le sacó 6 puntos con los que hubiera ganado. En 2011, CFK obtuvo la reelección con un contundente 54 por ciento. De Narváez está retirado hoy de la política activa.

2013 fue el año del alumbramiento del Frente Renovador. Sergio Massa rompió con el kirchnerismo, encabezó su propia boleta y se impuso a su entonces amigo Martín Insaurralde («MI diputado»), candidato designado por CFK.
Entonces Massa pasó a ser +A. Los de zona norte recuerdan el cartel con la cuenta regresiva para que Sergio Tomás se convirtiera en el principal ocupante de la Casa Rosada. Pero algo falló en Gualeguaychú y la convención radical , gestiones de Daniel Angelici y Ernesto Sanz mediante, decidió apoyar a Mauricio Macri. 2015 fue el año de la «ola amarilla»: Macri, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal gestionaban los tres ejecutivos más importantes y parecían invencibles.
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A tal punto estaban agrandados, que en 2017, para enfrentar a Unidad Ciudadana (UC) de CFK, pusieron candidatos a senadores como Esteban Bullrich y Gladys González. Les alcanzó para ganar, sobre todo por la invalorable ayuda de Florencio Randazzo, que con su lista obtuvo cinco puntos, más que la diferencia entre el oficialismo y UC. Durante unos meses, se habló de «la derecha moderna, democrática y eficiente» y hasta se especuló con una hegemonía amarilla de dos décadas.

En diciembre fue la reforma previsional, un muy mal trago para la opinión pública. En marzo el gobierno empezó a sentir la falta de dólares y de crédito privado y en abril corrió a los brazos del FMI. En ese momento, quedó sentenciado. Después vino el libro «Sinceramente», la campaña del Clio y un triunfo épico del peronismo en 2019.
En 2021, la pandemia aún se hacia sentir y la foto de la fiesta de Olivos fue, muy a pesar del oficialismo, que había conseguido hasta desarrollar una vacuna propia, el tema central de la campaña.
Diego Santilli, funcionario porteño muy cercano a Horacio Rodríguez Larreta, se impuso cómodamente sobre la lista encabezada por Victoria Tolosa Paz, que logró recortar la diferencia de las PASO en las generales. Para el círculo rojo, Rodríguez Larreta era presidente. Sólo era cuestión de que pasara el tiempo.
El problema para el dos veces alcalde y antes jefe de gabinete, fue que el conductor de su partido, Mauricio Macri, no estaba de acuerdo con sus planes. Así surgió la candidatura de Patricia Bullrich, más para cortarle camino a Larreta que como proyecto presidencial serio.

Ese objetivo se cumplió, pero el precio fue alto. La ex ministra quedó fuera del balotaje y ella y Macri urdieron con los hermanos Javier y Karina Milei el pacto de Acassusso que, con el diario del lunes, fue el principio del fin del Pro.
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Entramos en la recta final de dos elecciones legislativas porque, por primera vez en este siglo, la provincia de Buenos Aires no vota concurrentemente con la nación. Claro que es mejor ganar que perder, siempre.
Pero, como demuestra la historia reciente, ganar las elecciones de medio término, en una sociedad cada vez más impaciente, inestable e irritable, donde los ciclos se acortan, no garantiza nada. A no comerse ninguna curva, a no almorzarse la cena. Como dijo un gran filósofo de blonda cabellera, «paso a paso».

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