Vivimos tiempos difíciles en Argentina, donde gritar más fuerte parece tener más valor que pensar. Hoy, los extremos copan la escena, mientras el ciudadano común, el que trabaja, emprende y cree en el esfuerzo queda atrapado en una falsa dicotomía. Donde los espacios políticos se adueñan de la Argentina y desde hace décadas van oscilando entre promesas refundacionales y fracasos cíclicos. Y en el centro de esa inestabilidad está el populismo.
Como liberal, creo en la libertad individual, el Estado limitado y la responsabilidad personal. Pero también creo en el respeto institucional, en la construcción democrática, y en la importancia de sostener políticas buenas, vengan de donde vengan.
La Argentina necesita un cambio real, pero no uno basado en odios o relatos mágicos. Necesita sentido común: una palabra poco usada, pero profundamente transformadora si se la aplica con honestidad.. Necesita estabilidad. Necesita acuerdos amplios que den previsibilidad a los que invierten, a los que emprenden y a los que trabajan todos los días sin esperar.
Hay reformas estructurales que deben discutirse con madurez. Hay leyes que deben revisarse. Pero, sobre todo, hay ideas buenas; aunque no vengan del espacio propio. Porque si algo nos demostró la historia reciente es que destruir todo lo anterior solo por llevar otro sello político nos condena al eterno reinicio.
Los extremos, tanto de izquierda como de derecha, nos ofrecen fórmulas simplistas para problemas complejos. Pero si hay algo que este país ya no se puede permitir es caer una vez más en el atajo emocional de los discursos épicos que prometen el paraíso y nos dejan más pobres, más rotos, más enfrentados.
La política no puede seguir siendo un campo de batalla. Debe volver a ser un espacio de construcción. El verdadero cambio no nace de la furia, sino del acuerdo. No se trata de resignar principios, sino de construir puentes desde ellos.
El futuro argentino no se construye con relatos, se construye con consensos. Y para que haya consensos, hay que dejar atrás la soberbia de creer que solo vale lo propio. Defender la libertad también es defender las instituciones, las reglas y los acuerdos básicos que hacen funcionar una república.
Es tiempo de poner fin a los ciclos populistas y apostar a la madurez política. Entender que los 3 poderes deben ser autónomos. La gente lo espera. Y el país lo necesita.
Argentina necesita Consenso y Libertad.

Totalmente de acuerdo. Consenso y basta de populismo