La nueva serie de Netflix es un éxito hecho en Argentina que abrió interesantes debates

El Eternauta, una de las series más vistas en el mundo entero, es un éxito hecho en Argentina que abrió interesantes debates sobre la financiación del arte, la política y el talento local para adaptar nuestras propias historias.
Para El Eternauta, el escenario es apocalíptico solo en la ficción. La nueva serie de Netflix es un éxito sin precedentes para una serie made in Argentina y hecha para streaming. Con más de diez millones de visualizaciones en apenas ocho días, prueba que hay talento de sobra delante y detrás de cámara en el suelo criollo.
Según la plataforma de la N roja, El Eternauta llegó a ocupar el tercer puesto entre sus series más vistas en todo el mundo. Es cierto que, como ocurre siempre, hay manera de certificar la veracidad de las cifras que Netflix provee. Alguna vez Quentin Tarantino se animó a denunciar esto, con un comentario mordaz: «Netflix dice que ganó US$ 50 millones con la última película de Ryan Reynolds, como dicen siempre, pero yo nunca las vi. No escuché hablar a nadie de ninguna de ellas. Son películas que no existen en el espíritu de la época. Es como si no existieran».

La crítica de Tarantino es válida, pero las producciones no son las responsables de número que son difíciles de cotejar. En el caso de El Eternauta, se puede argumentar que el éxito se notó en las redes sociales. Para empezar, que no es un logro menor, consiguió dominar la discusión en Argentina. Que una producción hecha con talento local haya sido la ficción más comentada en las redes sociales es un gran mérito: sobre todo si se tiene en cuenta que, casi al mismo tiempo, se estrenaba la nueva película de superhéroes de Disney y Marvel. Casi no se leían comentarios ni se veían reacciones de videos por Thunderbolts*, porque cualquiera quedaba tapado por la avalancha de discusiones sobre El Eternauta.
La emoción no fue solo local. Hideo Kojima, el realizador de videojuegos que dirigió la saga Metal Gear Solid y Death Stranding, opinó que la serie es una «potente máquina de ciencia ficción de Argentina», donde «el drama, las actuaciones, la dirección artística y los efectos visuales son sobresalientes».
Puede que muchos no conozcan la reputación de Kojima, pero para las generaciones que crecieron desde la década de 1990 en adelante, es uno de los genios de la industria del gaming. Además, es reconocido porque ama, quizás más que a los videojuegos, al cine y las series.
No fue el único nombre famoso que se quedó encantado con la producción de El Eternauta. Antony Starr, Homelander en The Boys, expresó su amor por la serie en su cuenta de Instagram. Más allá de los números, hay hechos que prueban que El Eternauta logró alcanzar las pantallas más allá de las fronteras argentinas.

Netflix, jugador clave detrás del alcance de El eternauta
Para Netflix es un gran triunfo. La plataforma de streaming se está convirtiendo en una especie de gran mecenas que produce y/o distribuye ficciones en distintos territorios en todo el mundo: Cien Años de Soledad, El Juego del Calamar y El Eternauta, entre otras, muestran esta faceta.
El poder de lobby y el alcance que tiene Netflix es difícil de igual para cualquier otro distribuidor: es decir que casi nadie, salvo Amazon o Apple, puede competir en sus términos.

Producciones tengan cierto color local al mismo tiempo que se hacen para todo el mundo
La producción de El Eternauta fue un tema de discusión en las redes sociales. De un lado, quienes argumentaban que esta era la forma de producir cine o televisión sin financiación estatal, celebrando la inversión de una empresa privada como Netflix. El presidente Javier Milei compartió una historia en Instagram que decía: «Al final se podía hacer cine argentino sin la guita del Estado».
Del otro lado, arguyen que El Eternauta no hubiera sido posible sin la formación de los profesionales que estudiaron en instituciones públicas y trabajaron antes en producciones locales.
Como atestiguan los créditos al final de cada capítulo de El Eternauta, la realidad es más compleja. Sobre todo si se analizan los mecanismos de producción, financiamiento y trabajo en cualquier producción audiovisual. En este caso, en los créditos hay agradecimientos al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a Canadá, Uruguay e India. No son casuales.
India Cine Hub, por ejemplo, es un programa gubernamental indio dedicado para trabajar en la postproducción de efectos visuales de cine y TV, ofreciendo precios mucho más bajos que los de estudios de Estados Unidos o Europa. Desde The Avengers hasta Life Of Pi y El Eternauta, son varias las producciones cuyos efectos por computadora han sido trabajados en India.
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El Eternauta es una producción de K&S, la compañía fundada por Hugo Sigman y Oscar Kramer. La fortuna de Sigman, el empresario farmacéutico que es el segundo hombre más rico de Argentina, se extiende también en la industria cinematográfica. Bajo la productora K&S, que hoy lidera Matías Mosterín, se realizaron películas como Relatos Salvajes, La Odisea de los Giles y Tiempo de Valientes. Hoy pueden incluir otro éxito a la lista.
K&S consiguió producir una adaptación televisiva de El Eternauta, un logro importante ya que cineastas como Adolfo Aristaráin, Pino Solanas y Lucrecia Martel, entre otros, intentaron dirigir una versión para cine. Todos los intentos se vieron frustrados: por falta de financiación o diferencias creativas, nunca se concretaron.

Hazañas y desafíos para El Eternauta
Para filmar los 6 episodios de El Eternauta, cada uno aproximadamente de 50 minutos de duración, Netflix destinó un presupuesto de US$ 15 millones. Lo mismo que costó una película como Godzilla Minus One. Una cifra impresionante si se tiene en cuenta que la primera temporada de una serie como The Last Of Us costó US$ 100 millones. O que el presupuesto de una película como Misión: Imposible: Sentencia Final tuvo un precio cercano a los US$ 400 millones.
El Eternauta, la historia de Juan Salvo atrapado en una tormenta de nieve tóxica en Buenos Aires, es una adaptación en todo sentido de la palabra. Para empezar, a diferencia del comic pensado por Oesterheld, transcurre en la época contemporánea. Es una decisión sabia que permite abaratar costos para la producción y presentar, además, algún que otro «chivo» o publicidad no tan encubierta. Pero también ofrece ciertas ventajas narrativas.
«Lo bueno funciona, Juan», advierte uno de los personajes en la serie. En este escenario apocalíptico, casi toda la tecnología moderna quedó obsoleta por una emisión de pulso electromagnético. Las cosas viejas, como los autos, las radios y los discos de vinilo, son herramientas salvadoras para los protagonistas. Es toda una declaración de principios de la serie en una época donde todo fluye hacia lo digital, donde ningún usuario es poseedor de ningún producto. Es llamativo que El Eternauta, una serie de Netflix, sea víctima del mismo sistema: es imposible, hoy, conseguir la serie editada en formato físico, como disco blu-ray.
Netflix argumentó que la producción de El Eternauta habría contrubuído con más de $41.000 millones a la economía de Argentina, entre gastos directos e indirectos. No es la única hazaña: la serie tuvo un buen recibimiento en todo el mundo. En IMDb tiene 7.6/10 y en Letterboxd 3.9/5, dos páginas donde cualquier usuario puede calificar películas o series. Para la crítica especializada, en Metacritic, la serie está aprobada con 72/100.
El desafío para Netflix será mantener o aumentar esos números con la siguiente temporada. ¿Será la última? Es difícil saberlo. Un problema generalizado de la industria del streaming y la televisión es que las series suelen perpetuarse hasta que baja la calidad y el nivel de audiencia. Abundan ejemplos de series que se quedaron más tiempo del que debían, priorizando las ganancias frente a la integridad artística o narrativa.
La política partidaria que se quiere quedar con el éxito de El Eternauta
Juan Salvo, protagonizado por Ricardo Darín, es un excombatiente de Malvinas que usa todo su entrenamiento militar para enfrentar a una raza alienígena que invade la Tierra. Como The Walking Dead, The Last Of Us, o La Niebla, el interés de estas obras de fantasía y ciencia ficción pasa muchas veces por la interacción entre los humanos que tratan de sobrevivir frente a un mal mayor que cualquier otro.
La ficción que propone El Eternautale agrega algo más que color local con el trasfondo de la guerra por Malvinas. Como la película de terror 1978, que plantea un escenario de fantasía durante la última dictadura militar, Argentina está empezando a producir obras de género mezclándolas con hechos históricos.
El éxito de El Eternauta se notó en las redes sociales, donde cada bando partidario político trató de «apoderarse» de la serie haciendo interpretaciones sesgadas sobre el simbolismo de la obra. De un lado sostenían que era una ficción sobre el héroe colectivo, del otro justificaban que en realidad la serie reivindicaba instituciones como la academia militar, la iglesia, las escuelas técnicas y hasta la tenencia particular de armas. De nuevo, la realidad es más compleja.

Para empezar, una obra de arte puede ser polisémica. Reducir la interpretación de cualquiera película o serie a una sola mirada «correcta» es un error que los realizadores de El Eternauta han sabido esquivar. El análisis simbólico de lo que representa El Eternauta queda a cargo de cada espectador.
El director Bruno Stagnaro expresó, durante una entrevista, que prefiere El Eternauta a El Eternauta 2 porque «como espectador, me parece muchísimo mejor la 1 que la 2, porque la 2 la veo como algo panfletario en donde el autor me quiere vender una idea política. No quiero que el autor me venda su concepción del mundo, quiero que me cuente una historia y el resto que me deje a mí tener la madurez de sacar mis propias conclusiones».
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Más allá de las opiniones políticas partidarias que puedan tener sus realizadores en sus vidas privadas, una declaración como la de Stagnaro es sabia en un contexto mundial donde muchos artistas hacen discursos político-partidarios que provocan un efecto boomerang. Reducir la serie de El Eternauta como un discurso a favor o en contra de un partido político, es disminuir el logro de una serie que hace historia.
Ni siquiera hace falta saber el contexto de la historia social de Argentina para entender que las obras de ciencia ficción pueden ser políticas. Una película de fantasía y ciencia ficción hecha en 1956, como La Invasión de los Usurpadores de Cuerpo (y sus remakes, en especial la de 1978), sobre una invasión extraterrestre plantea una idea terrorífica: la pérdida de la libertad y el libre albedrío en una sociedad donde los humanos actúan bajo la influencia de un invasor que los controla. La «mentalidad enjambre» o «mentalidad colmena» que también representan los bichos de El Eternauta. No toda obra de arte es política, pero cualquiera puede serlo.

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1 comentario en «El Eternauta: el éxito al que se quieren subir todos»