Una elección que desborda la pelea por las bancas: el peronismo busca señales de supervivencia, el PRO se aferra a su bastión y LLA quiere hegemonizar al votante de derecha. ¿Quién saldrá fortalecido y quién quedará marginado en el nuevo mapa político que empieza a dibujarse?

Qué se juega en la elección legislativa del 18 de mayo Foto: redes
Uno. Una elección singular
El próximo 18 de mayo, los porteños elegirán quiénes los representarán en la Legislatura. Lo harán sin primarias obligatorias, esas instancias que, en la Ciudad de Buenos Aires, funcionan desde 2015 como prólogo de las elecciones generales. No se trata solo de una elección de medio término: se trata de una elección de medio término desdoblada. Quizá por este motivo, y por las condiciones particulares de la política actual, esta elección lleva un sobrepeso simbólico.
Hay algo singular en estas legislativas porteñas: poco se habla de bancas, de proyectos de ley o de agendas parlamentarias. Se sabe que hay otras cosas en juego. Tanto el pulso de la calle como el de los consultores y analistas marcan otra conversación. Una preocupación mucho más inmediata: cómo llegar a la mañana siguiente de la elección sin haber perdido la cara, cómo demostrar que todavía se está de pie.
Julio Burdman, Licenciado en Ciencia Política de la UBA y Doctor en Ciencia política por el Instituto de Estudios Políticos de París, le explica a El Economista: «Una característica de CABA en este momento es que el ánimo progresista ha aumentado, probablemente como reacción a Javier Milei, y eso hace también que el PRO tenga que atender esta nueva realidad«. Y continúa: «Creo que CABA, en el contexto de Milei, va a tender a convertirse —como sucedió también en el contexto de Menem— en una ciudad dominada por la centro-izquierda, que resiste en alguna medida las políticas públicas del oficialismo».
Otro analista de renombre, en la misma línea, señala a El Economista: «En los ’90 la ciudad significó la resistencia al menemismo. Fue en esta ciudad donde nació el FREPASO de Chacho Álvarez gracias al cordón de Rivadavia; hoy no está esa oferta».
«Es un momento muy complicado para el PRO, porque todo el electorado histórico del partido hoy está dividido en varios fragmentos. La Libertad Avanza se llevó parte de ese electorado, sobre todo a través de su alianza con Bullrich. Luego, La Libertad Avanza tiene una escisión que también compite con el votante PRO, que es la de la UCEDE y la Libertad y el Orden de Ramiro Marra», sostiene Burdman.
El desafío, dice Burdman, es mayúsculo: «Sería realmente algo muy meritorio que el PRO de los primos Macri salga primero en estas condiciones. El viejo espacio PRO tenía un techo de 60 puntos, y si ese 60 está partido en cuatro o cinco opciones, va a ser muy difícil retener el primer lugar en cantidad de votos».
Espacio por espacio, las claves de lo que se juega en esta elección.

Dos. Las estrategias de Santoro
¿Qué se juega cada uno de los espacios? El peronismo se juega la posibilidad —según arrojan las encuestas— de salir primero, y con ello obtener un triunfo cuyo impacto, una vez más, sería principalmente simbólico: mostrar cierta supervivencia del peronismo.
La relación entre el peronismo y la ciudad de Buenos Aires ha sido históricamente esquiva. Un analista recuerda que, aún en 1973, en pleno fulgor de la primavera camporista, los peronistas perdieron el balotaje por la senaduría nacional de la Capital Federal, contra Fernando de la Rúa. Una de las últimas elecciones que ganaron fue en 1993, con Erman González a la cabeza, quien logró imponerse en la Ciudad de Buenos Aires, en un contexto muy distinto, con un fuerte apoyo social a la convertibilidad, que además tenía como uno de sus principales bastiones a las clases medias porteñas.
Leandro Santoro, quien encabeza la lista del peronismo, ordena su estrategia alrededor de dos ejes: el local —Jorge Macri— representa el «abandono»; el nacional —Milei—, la «crueldad». La campaña sugiere, entonces, que ha llegado el momento de terminar con ambas. ¿Pero cómo? ¿De qué manera concreta? Esa parte, por ahora, permanece borrosa.

La estrategia insiste en el diagnóstico, desde aros de básquet rotos hasta plazas descuidadas. Un consultor que sigue de cerca el proceso electoral señala que el techo de Santoro es el 30%. «Ninguna encuesta le da mayor a 30%, aunque algunos pensaban que, sumando votos sueltos de Abel Medina y Kim, podía llegar a 32%».
Burdman, experto en análisis político, sostiene que Santoro es alguien que tiene treinta y pico de imagen positiva: «Tiene más imagen positiva que votos. Eso significa que hay algunos votantes del PRO que tienen buena imagen personal de Santoro, pero no lo votarían si ven a Cristina detrás de él».
El problema de Santoro es que el kirchnerismo lo tira para abajo, argumenta Burdman, por eso «Santoro va a intentar esconder todo lo posible su conexión con el kirchnerismo y hacer una campaña centrada en sí mismo y en su marca porteña».
Asimismo, para Burdman «Santoro es un poco más amenazante para Jorge Macri. Tal vez la presencia de Larreta o incluso el perfil de Lospennato amortigüen un poco este potencial de crecimiento de la centro-izquierda con Santoro. Y la elección de Mauricio Macri de impulsar a Lospennato responde en parte a esta amenaza».

Tres. Para el PRO, ganar es retener
¿Qué se juega para el PRO? ¿Serán capaces de retener a su electorado en el distrito que los vio nacer? ¿Cómo procesarán la sangría por la cual el histórico referente del partido en la ciudad juega en una lista aparte señalando la mala gestión del actual jefe de gobierno?
«El desgaste del PRO más fuerte es por derecha. Siempre la principal amenaza que sufre un partido político son las escisiones o la implosión interna. La dinámica opositora interpartidaria nunca es tan amenazante como el problema intrapartidario«, argumenta Burdman.
La lista del PRO es encabezada por Silvia Lospennato, una figura mucho menos conocida, cuya tracción de voto —según varios consultores— puede ser de mínima «delicada». En paralelo, la estrategia de Jorge Macri, actual jefe de Gobierno, se basa en un axioma tan brutal como efectivo: cuanto menos aparezca su figura, mejor. Basta con entrar a las redes sociales de Lospennato para notarlo: fotos con María Eugenia Vidal, con Mauricio Macri, con «el equipo», pero Jorge Macri no aparece. Su ausencia es elocuente.

En palabras de un dirigente de su entorno: «Hay consenso unánime en que el escenario es problemático; los porteños no lo votan a Jorge Macri, sino al PRO; incluso una mayoría importante del 20% de voto que hoy sacaría Lospennato es un ‘apoyo crítico’. Entienden que la gestión es mala, pero quieren seguir siendo fieles al PRO».
La selección de Silvia Lospennato —agrega Julio Burdman— es de Mauricio Macri: «Hay un patrón de comportamiento: Macri siempre tuvo tendencia a buscar figuras femeninas. Primero fue Gabriela Michetti, luego María Eugenia Vidal, y ahora, en una elección difícil, vuelve a apostar a un perfil femenino que él considera ganador en este contexto».
«La solidez de la base electoral del PRO en CABA hay que tomarla como el voto duro de Mauricio Macri: de un Mauricio Macri que no va a ser candidato, pero que en el caso de serlo tendría 20 puntos duros que son macristas a morir. Ese es hoy el núcleo duro electoral del PRO: un 20%, tal vez algo más, que es aquel segmento del electorado completamente identificado con Mauricio».
Son las palabras de Burdman, quien analiza sobre Lospennato: «Su candidatura está también orientada a representar buena parte de este nuevo espíritu progresista que se está apoderando del electorado de CABA, que reacciona frente a algunos aspectos más duros de Milei. Lospennato, recordemos, era pañuelo verde, fue la portavoz del proyecto de aborto, y su selección está orientada no tanto a competir directamente con Adorni —aunque también en alguna medida va a hacerlo, porque en lo discursivo será su trabajo principal—, sino sobre todo a evitar el crecimiento de Larreta y a frenar la mordida de votos del PRO por parte de Santoro. Macri está jugando por el centro».
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Jorge Macri ganó en 2023 en un escenario de polarización extrema, cuando la campaña oficialista logró opacar a Martín Lousteau, presentándolo como un kirchnerista encubierto y asociándolo a Horacio Rodríguez Larreta, retratado a su vez como un traidor dentro del PRO. Aunque Lousteau estuvo a solo 20.000 votos de ganarle la primaria a Jorge Macri, el clima de rechazo hacia las alternativas terminó ordenando una votación más emocional que programática.
Hoy, sin esa amenaza como contracara, la imagen de Jorge Macri es mucho más débil.
Por eso se refugia en pequeños actos de gestión —el ascensor del Obelisco, una nueva estación de subte— que, sin embargo, no alcanzan a construir un relato de liderazgo. De hecho, la supuesta inauguración del ascensor del Obelisco fue más un acto de desesperación que una obra terminada. Aunque se difundieron fotos oficiales para mostrarlo como un logro de gestión, el servicio todavía no está operativo: falta concesionar el servicio a una empresa privada, y su apertura al público está prevista recién para después del 18 de mayo. Tiempo de posverdades: primero la foto, después la obra.
Más allá de la superficie electoral, el modo de gestionar también cambió. Mientras Larreta había intentado —aunque a medias— avanzar hacia una descentralización administrativa, transfiriendo trámites menores y cierto control sobre servicios públicos a las comunas, Macri optó por el camino inverso: recentralizar.
En la práctica, la autonomía de las comunas quedó reducida a la mínima expresión. Muchas decisiones que antes pasaban —al menos formalmente— por los presidentes comunales, hoy vuelven a depender del Ejecutivo central. Y al recentralizar, también se concentran los negocios y los márgenes de discrecionalidad política. No se trata solo de un cambio técnico, sino de una decisión política: menos control y rendición de cuentas, más capacidad de maniobra para la gestión central.
En palabras de un analista que conoce de primera mano las comunas: «El problema de la descentralización es que acerca demasiado la política al control social: cuando las decisiones bajan al territorio, el ciudadano común puede ver, opinar, pedir cuentas. Y eso a veces es incómodo. Lo mismo ocurre con el sistema de empresas privadas que prestan servicios públicos en la Ciudad».
Frente a las críticas de Santoro sobre la tercerización, un funcionario que participó directamente en las contrataciones aporta su propia versión:

—La Ciudad terceriza porque no quiere tener empleados propios, agremiados, que puedan parar los servicios en cualquier momento. La tercerización garantiza flexibilidad laboral, contratos más débiles, alta rotación de empleados y un control mucho más laxo de las condiciones de trabajo. La preferencia por el modelo privado podría, en teoría, tener una lógica de eficiencia. Pero en la práctica, esa lógica se diluye en un esquema en la cual las empresas buscan maximizar su rentabilidad a costa de la calidad del servicio, sin que haya un auténtico control ciudadano.
Pero hay algo más: el PRO ya no vibra. La política dentro del PRO, en el fondo, está pinchada. No hay líneas internas reales. Sus candidatos presidenciables en la última elección terminaron, una absorbida por LLA, y otro jugando en una lista por fuera. ¿Quién es hoy auténticamente PRO? Lo que queda es una estructura fría, atrincherada, más movida por la necesidad de aglutinar la marca que por convicción o entusiasmo.
Un exfuncionario del partido lo explica: «Cuando hay internas, hay vida. Hay competencia, tensión, calor. Todos intentan levantar la vara para imponerse. Hoy en el PRO no hay nada de eso. Solo hay un pequeño grupo cuidando su refugio, como si estuvieran de nuevo en el think tank macrista Grupo Sophia. Es una lista cerrada: Laura Alonso, Hernán Lombardi, Darío Nieto, Waldo Wolff».
La construcción de las listas revela también el auténtico objetivo del PRO en esta elección: más que ganar, retener. Su misión es evitar quedar relegado detrás de La Libertad Avanza. «¿Queremos ganar? Sí. Pero si salimos arriba de los libertarios, estamos hechos. Esa es nuestra batalla. Después, si ganamos, Disney», admite un estratega del oficialismo en la Ciudad.
Mauricio Macri, por su parte, no está tan metido en los asuntos cotidianos de la Ciudad como muchos creen. Su figura orbita, pero pareciera estar menos involucrada en la dinámica diaria de la campaña. «A veces opina sobre algún tema puntual, pero no está monitoreando todo el día. Viaja mucho, vive bastante afuera», explica alguien que lo ve de cerca. Su figura sigue pesando, sí, pero su involucramiento concreto es selectivo.
¿Y Vidal? La exgobernadora aparece en fotos, reels y actos, pero no figura en las boletas. Su apuesta es otra: prepara el terreno para una candidatura a senadora nacional por la Ciudad, una jugada que le permitiría mantenerse vigente sin quemarse en la pelea legislativa local. «Está en campaña sin ser candidata», resume una fuente oficialista.

Cuatro. Larreta: ¿Hay una chance real para el centro?
Más incómoda es la relación de Jorge Macri con Horacio Rodríguez Larreta. A Larreta no se lo ataca frontalmente como a Santoro o Adorni, aunque el reproche flota en el aire. «Él se fue, fue un egoísta», deslizan en voz baja los armadores de campaña. Cuando surge el tema, lo minimizan, lo tratan como un actor irrelevante que no supo superar su propia derrota. Aunque nadie espera que Larreta les robe votos decisivos, saben que su apuesta es a todo o nada: busca superar los diez puntos para mostrar que sigue vivo políticamente.
«Una cosa es que Paula Oliveto o Lucille Levy saquen 4%, otra distinta es que Horacio, exjefe de gobierno, saque 7%», dice un operador oficialista. Los números se miden en función de las trayectorias. Para quien se suponía que en 2023 iba a ser el próximo presidente sacar un número que no llegue a las dos cifras en su propio terruño sería indigerible.
Burdman recuerda que en la etapa larretista en la ciudad, entre 2015 y 2023, no se produjeron suficientes figuras nuevas, a diferencia del PRO de la etapa macrista, que sí propició muchas figuras: «En la etapa larretista, el PRO de la Ciudad vio cómo tanto en la provincia de Buenos Aires como en la política nacional del PRO le absorbían dirigentes. Muchos dirigentes del PRO de CABA se fueron yendo a otros lados, y eso hizo que la dirigencia capitalina del PRO perdiera un poco de volumen».
—¿Qué sería un buen resultado para Larreta? —le pregunta El Economista a un dirigente radical con larga trayectoria.
—Salir cuarto. Ganarle a Marra. Estar más cerca del 10 %.
Respecto de lo que se juega en esta elección, un dato a tener en cuenta: Larreta lleva como compañera de lista a Guadalupe Tagliaferri, actual senadora nacional, lo que subraya el simbolismo de esta elección.
En otro orden, las redes sociales de Larreta son de lo poco que parece vivo en esta campaña monótona. El uso del micrófono corbatero —ese pequeño artefacto que registra conversaciones informales mientras recorre barrios— le da a sus videos un tono de espontaneidad inusual en la política porteña. «Es el mejor recurso de este año», admite un dirigente del PRO. Aunque la sensación de artificialidad persiste.

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